miércoles, 2 de julio de 2008

Música, eclecticismo (I)


Mis primeras canciones... aquello es para recordarlo con una sonrisa. Eran discos de vinilo a 45 rpm que regalaban con el brandy Fundador. Los escuchaba en un antiquísimo tocadiscos portátil incorporado en un maletín con sus altavoces y todo, un auténtico alarde Lo-Fi. Aquellos discos crujían, rugían, crepitaban y se quejaban cada vez que aquella durísima y rudimentaria aguja los intentaba reproducir. Pero bueno, con ellos mi hermana hacía sus guateques y escuchábamos las flechas del amor de Karina y mi limón mi limonero entero me gusta más, un inglés dijo yeah yeah y un francés dijo la-la. Esa era de un negrito (eludo todo matiz despectivo en este comentario) simpatiquísimo y la escuché como un millón de veces. Luego los éxitos de la época, algo de Beatles, la cinta amarilla alrededor del viejo roble (quién cantaba aquello, era Cliff Richard?) y cosas así, trataré de pasar rápido por aquellos años porque si no ya llenaría demasiado espacio solo con mis primeros devaneos musicales.


Realmente debería contar cuándo me puse un disco por primera vez para escuchármelo yo, entero, yo solito, de arriba abajo y tratando de comprender qué era realmente la música, no las "canciones" (que es lo que hasta entonces había escuchado). Mi hermano me dejó una cinta de casette con Islands de King Crimson, aquello... Aquello era difícil de describir, yo que hasta entonces había escuchado cancioncitas más o menos pegadizas, me encontraba con unos rockeros que no hacían rock, hacían una cosa muy extraña, con sonidos que te proporcionaban una calma inexplicable y de repente un torrente atormentado de ruidos y lamentos difíciles de entender para mi por entonces. Me refiero a Formentera Lady y a Sailor's Tale, por ejemplo, o la mismísima Islands y The Letters... Dos mundos, el cielo, el infierno, arriba, abajo, la lírica, el terror, una mezcla tan extraña como sublime y sobrecogedora. Aquello yo no entendía que fuese rock, de repente habían violonchelos, contrabajos, cornetas, oboes, instrumentos de cámara, una cantante soprano, y algo muy raro y maravilloso que se llamaba Mellotron. Tardé años en comprender realmente en lo que consistía ese instrumento...

Qué era aquello realmente, que tenía el mismo poder de seducción del whisky, que cuando lo pruebas por primera vez sabe a matarratas pero luego estás deseando volverlo a probar?. Así era aquella música. Y para colmo, al final de la casette, que como era de 45 minutos por cara y un vinilo de entonces no llegaba a 40, había sobrado el suficiente tiempo para que entrara el tema estrella de In The Court of the Crimson King: 21st Century Schizoid Man. Qué miedo daba aquello, aquellos tipos poseídos por el peor de los males humanos, por la locura, la esquizofrenia, haciendo atronar espantosamente voces, guitarras, teclados, bajo y batería y, cual si fuera la respiración angustiosa de un buzo al que faltaran los últimos 50 metros de ascenso y hubiera agotado su oxígeno, Mel Collins haciendo brotar aullidos de agonía de sus saxos. Precioso, perfecto.


Luego escuché todo King Crimson, compré todo King Crimson, lo escuchaba mañana, tarde y noche, y he seguido comprando y escuchando King Crimson hasta "The Power to Believe", pasando por todos los ProjeKCt's, y hasta completar una discografía de más de 100 volúmenes, pero en el camino fui encontrando cosas igualmente terribles como The Knife de Genesis o Careful with that axe, Eugene de Pink Floyd. Entonces escuché todo los Floyd, todo Genesis para descubrir que esa misma gente que parecía poseída por un mal diabólico en algunas de sus canciones, luego eran capaces de ofrecerte la más maravillosa paz espiritual con canciones como Epitaph, In The Court of the Crimson King, las baladas de los primeros discos de los Floyd hasta Atom Heart Mother, de las que nunca consigo recordar su nombre (bueno, me vine Us and Them, pero me refiero a canciones acústicas mucho más antiguas, de la época de Saucerful of Secrets y Piper at the Gates of Down), canciones como Horizons, Time of Table, tantas canciones hermosas del Genesis de Peter Gabriel.

Esa ha sido mi música de siempre, la música en la que las quintas, las novenas, los acordes, los arpegios, los mismos instrumentos, pierden su sentido habitual porque esa música es un todo conceptual, ya no es una partitura escrita e interpretada, es algo mágico, épico, es una película, es un libro, es un poema, es todas las bellas artes juntas y es el delirio humano en la belleza y en el horror, es carne y es sangre, como decía Bryan Ferry en el disco homónimo de Roxy Music, es todas esas cosas a la vez y muchas más para las que no encuentro palabras, porque esa música no se puede describir, tan solo se puede escuchar y vivirla.

Prometo seguir hablando de música, de momento sólo he cubierto mi primer año de "descubrimientos". Tenía como 11 o 12 años. Quedan otros 30 detrás.

1 opinión:

EVC dijo...

Wish you were here es maravilloso.