domingo, 6 de julio de 2008

Animalitos...!!!!

En casa siempre hubo animales. O más bien animalitos. Nunca ningún animal grande, ni perros ni gatos, que solía ser lo común. Recuerdo...

Los renacuajos: Los cogíamos en la enorme parcela de los almacenes donde trabajaba mi padre, habían muchos lugares donde se estancaba el agua y proliferaban aquellos bichitos. Sobre esto tengo una anécdota que no olvidaré. Mi hermana, maniática de la limpieza y los buenos olores, quería mucho a sus animalitos, pero tuvo la ocurrencia de echarles colonia para que no olieran a agua corrompida. Los mató a todos, en casa hubo drama, pero con el paso de los años aquél drama se ha convertido en uno de los recuerdos más divertidos de cuando éramos peques.

Los pajaritos: Son los animales que durante más tiempo nos acompañaron, hasta que fuimos mayores, en casa siempre había una o varias jaulas con un pajarito o pareja de ellos. Siempre recordaré a Chiquitina, una canaria de un amarillo tan hermoso que no he vuelto a ver un pájaro igual. También teníamos jilgueros, pero o no les poníamos nombre, o desde luego yo no recuerdo ninguno.
Nuestro vecino Albertín era un chaval de unos 17 años, aprendiz de veterinario. En más de una ocasión entablillaba a nuestros pajaritos si tenían reuma en una pata, los curaba de cualquier tipo de accidentes, e incluso una vez le hizo una pequeña intervención quirúrgica a alguno que estaba casi muriéndose, creo que parasitado por algún bichito que le chupaba la sangre. Al menos duró un tiempo más, espero que aquél chico se decidiera por su vocación veterinaria, porque era genial.

El gallo:
lo compramos como un pollito recién nacido. Pinky!!!!. Lo más bonito que recuerdo en mascota, yo no sé cómo, será porque nos tomó por su mamá, pero ese animalito nos quería. Era una preciosa bolita de plumas, tuvo más de un problema de salud pero Albertín siempre estaba ahí para sacarnos de apuros.
Con el tiempo Pinky creció tanto que ya no era normal tenerlo en casa. Mi padre tenía un amigo con una casa de campo, una granja. Pinky fue a parar allí, y estuve años sin verlo. Un día fuimos de visita, Pinky era... el chulo del corral, un enorme gallo con una enorme cresta y enormes espolones. Podría ser un gallo de pelea, era una bestia. Cuando llegamos a la granja nos advirtió el dueño que no nos podíamos acercar, que era un gallo con el que tenía que tomar muchas precauciones para darle de comer, pues era muy agresivo y atacaba sin pensárselo. En un descuido me acerqué a Pinky y lo cogí como si aún fuera mi pollito. Yo tenía 8 años, quizá menos, no recuerdo. Y la reacción de ese animal fue... emocionante para todos los que estaban allí, mis padres, creo que mis hermanos y el dueño de la granja. Pinky se comportó con la misma inocencia con la que yo me acerqué a él, y lejos de atacarme, se dejó acariciar y hasta se dejó darle un besito cerca del pico... Cada vez que lo pienso, imagino que ese enorme gallo podría haberme sacado los ojos, pero los animales tienen a veces instintos que no dejan de sorprendernos. Afortunadamente!!!.

La ratita india:
No sé si tuvimos una o varias, pero desde luego recuerdo la última. Era blanca como una nube de algodón y con dos ojitos rojos... De ahí su nombre, Rubi, todo un encanto, menos cuando te subía por el brazo y se meaba, aquello olía de una manera insoportable, pero que se le iba a hacer, si quieres a tu mascota tienes que estar dispuesto a todo. Tuvo un final trágico, un pintor vino a casa a pintárnosla, y acabó matando a la ratita el último día que estuvo. Siempre le había tenido mucha manía, y su venganza fue derramar disolvente en el bebedero antes de irse de nuestra casa. A la mañana siguiente, la pobre amaneció tiesa y boca arriba...

Y desde entonces se acabaron los animales, siempre me hubiera gustado tener algún perrito en casa, pero nunca hubo uno, más que Larby, el pastor alemán de mi hermana, que pasaba algunas temporadas en casa. Pero de eso no hablo aquí porque no era un animal: era una persona, fue un niño, un adolescente y un adulto... tal como lo oyes.

2 opiniones:

Anónimo dijo...

Me encanta los relatos de los animalitos, compartir vivencias con ellos es casi sublime, son recuerdos nostalgicos y a la vez vibrantes de alegrias vividas.
y Como no acordarme de gitano, mi perro al cual le amarrba las orejas, porque yo las queria levantaditas, como no acordarme de la bitina, la gata feliz que todo el dia tenia hambre, comia, comia y comia, la preferida de mi menor hijo.
Felicito a las personas que tienen la sencibilidad de escribir sobre sus mascotas.
CEcilia

Javier López dijo...

Gracias Cecilia.
Hoy que sé que me leen bastantes personas y buscan en lo que escribo algo parecido a la literatura o la crítica sobre arte o cultura, me costaría trabajo escribir algo así.
Esto lo escribí cuando yo era totalmente desconocido en este mundillo, y en cierto modo lo escribí "para mí", como un recuerdo en voz alta de aquella época de mi infancia y adolescencia.
Pero como dicen "a lo hecho, pecho", nunca he querido borrar este post, quizá cercano a la sensiblería, pero como lo sentí lo escribí, y ahí está para quien quiera leerlo.
Gracias por el comentario!