martes, 23 de septiembre de 2008

Genocidio



Esta mañana he roto el despertador.
Lo he machacado, sin piedad. No sé con qué lo hice, porque apenas había salido del sueño. Quizá le aticé con un zapato, o directamente lo estrellé contra el suelo. No lo recuerdo. Solo el resultado, verlo destripado e inerme sobre el piso cuando encendí la luz.
Y no lo hice por mi, no fue la reacción violenta de un sueño interrumpido. Nada de eso. Ha sido por la humanidad.
Soñaba. Después de una noche no muy ajetreada de sueños tópicos, de nadar en playas irreales, de subir y bajar escaleras que conducen a sitios extraños, de actos de amor interrumpidos en el momento menos oportuno... tuve un sueño diferente.
Me encontraba en una manifestación (aunque pocas veces estuve en una), rodeado de millares de personas. No era mi ciudad, no. Era una mucho más grande, y lo podía adivinar por el tamaño de las avenidas. Madrid, Sevilla, quién sabe. Recorríamos lenta y pacíficamente las calles, gritando no sé qué consignas. Por la subida de los precios, por el último atentado, por la nueva ley de educación, por cualquier cosa que esté mal y contra la que haya que protestar. No lo sé, las voces sonaban como murmullos, como esas veces que las escuchas pero solo entiendes su musicalidad, los sonidos vocálicos, pero no logras distinguir bien las palabras.
Y en medio de esa manifestación, cuando ya me eran familiares las caras de las personas que ocupaban posiciones más cercanas a la mía, cuando aprendía de memoria las curvas de la chica que tenía delante, la mirada de la que estaba a mi lado, la forma de andar del hombre que estaba a mi otro lado, y sabía que miles, cientos de miles de personas me rodeaban, ese timbre metálico me despierta, y acaba con todas ellas, de un plumazo, las evapora igual que habría hecho una bomba nuclear que cayera en mitad de esa multitud.
No pude soportarlo, ese despertador genocida merecía ser ejecutado en el acto.

1 opinión:

Olga A. de Linares dijo...

¡Es cierto, es cierto! ¡Cuántas veces ese malvado elimina, de un solo grito, todo un mundo del cual no quisiéramos salir jamás! ¡Se ha hecho justicia!