Solo el ruidito chirriante de la impresora que se hallaba alojada en el interior del poste metálico logró sacarme de mi aturdimiento. Era sábado por la mañana y aún no me había despertado del todo. El poste escupía un ticket bien impreso a través de una pequeña rendija. Lo cogí y lo corté.
Peso: 72 kgs.
Talla: 178,6 cms.
No había caído en la cuenta. Sobre el poste, una especie de farola futurista que pendía encima de mi cabeza, había medido mi altura. Aunque no era lo que me interesaba, solo quería controlar si había bajado esos dos kilos de más que cogí este verano.
-"Ciento setenta y ocho con seis..."- leí mentalmente. Vaya máquina!.
Llamé al empleado de la farmacia.
-Oiga, el aparato parece que no funciona bien.
-Siento contradecirle señor, pero las mediciones son correctas. Lo revisamos esta misma semana, como puede ver en la pegatina...
-Insisto en que no es correcto, mido uno setenta y dos y aquí pone más de uno setenta y ocho -dije señalando el ticket-.
-No se preocupe, le devolveré la moneda.
-No, pero si no es cuestión de que me devuelva la moneda. Solo era por advertirle que no funciona bien y que mande a revisarlo. En todo caso no me pensaba tallar, solo pesar.
-Hagamos una cosa. Mido uno ocheta y tres. Depositaré una moneda y comprobaremos si el aparato falla.
-De acuerdo -dije sin mucho interés.
De nuevo el chirridito de la impresora anunciaba la salida del ticket. Me dejó cortarlo para que no quedara duda
-Ciento ochenta y tres con dos...
Balbuceé algo como "gracias" y salí de la farmacia con una extraña sensación.
Definitivamente, escribir un blog estaba provocando en mi un enorme crecimiento personal...
sábado, 23 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 opinión:
Esperemos que sigas creciendo, aunque tengas que cuidarte al cruzar una puerta...
Publicar un comentario