Limpiaba mi habitación.
La mesa de despacho tenía una extraña cobertura de polvo. Habitualmente era blanquecino, y le quitaba lustre al negro veteado y pulido de la superficie. Esta vez era diferente.
Al primer toque de plumero, una lluvia de polvo oscuro se levantó en el aire, cayendo como cascadas a cámara lenta hasta depositarse en el suelo.
Me agaché para comprobar su naturaleza y pasé la mano sobre el poroso terrazo.
Mis dedos quedaron impregnados de algo que tuve que acercarme a los ojos para poder enfocar.
"Jota" -me dije-. Qué extraño.
Miré más detenidamente y pronto pude ver "ele", "te", e incluso una uve doble. Poco a poco aumentaba mi angustia y mis peores presagios.
Me levanté precipitadamente y estiré un brazo hacia la biblioteca. Cogí un libro al azar. Lo abrí.
La superficie era blanca en todas y cada una de sus páginas. Presa del pánico, grité:
-No, no, noooooooooooooooooo... !
Mis propios gritos me despertaron de la peor pesadilla de una tórrida noche de agosto...
viernes, 22 de agosto de 2008
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