Aquél pingüino desgraciado no lo era solo por el blanco color de su piel, lo que le suponía ser el centro de atención de las miradas, muchas veces crueles, de todos los jóvenes pingüinos. Lo era también porque no podía acudir a las fiestas de etiqueta, tan habituales entre sus congéneres.
martes, 7 de octubre de 2008
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Aquél pingüino desgraciado no lo era solo por el blanco color de su piel, lo que le suponía ser el centro de atención de las miradas, muchas veces crueles, de todos los jóvenes pingüinos. Lo era también porque no podía acudir a las fiestas de etiqueta, tan habituales entre sus congéneres.
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