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Ilustración: Bjarne Holst "Espera silenciosa" (1974)
Escuché una leyenda de origen impuro que hablaba de un hombre encarcelado que pasó toda una vida entre rejas mirando una pecera. En la cárcel le negaron en principio la posibilidad de tenerla, porque podría romperla y usar los cristales para herir a alguien o incluso para suicidarse.
Él consiguió demostrar que tenía una poderosa razón para no hacerlo: cuando por fin fuera libre escribiría un libro con el que estaba seguro de ganar el premio Nobel. Y se comprometía a firmar un ejemplar dedicado al alcaide.
Finalmente el prisionero no cumplió su palabra. Tras tres décadas de observar a varias generaciones de peces también apresados entre paredes de cristal, salió de la cárcel convertido en un profeta loco que vaticinó un temible terremoto que acabaría con la humanidad...
Aún no sabemos si eso ocurrirá. Pero mientras tanto, quizá estos seis cuentos, tan impuros como la leyenda, puedan aclarar algo la cuestión. La respuesta sólo podemos saberla si nos adentramos en los laberintos de Químicamente Impuro para leer:
Rejas, de Antonio Cruz
Apunte de Pecera, de Olga A. de Linares
De oficio, de Una Pérez Ruiz
Literatura, de Sergio Gaut vel Hartman
Profeta inexperto, de Carlos Feinstein
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