El Parnaso, según Andrea Mantegna (1497)
Hay poemas que nacen en las mismas laderas del Parnaso, en las que dioses y hombres comparten el amor por la belleza, la sensualidad y la palabra.
Y poemas que surgen en la barra de un bar, animados por los vapores del alcohol y cegados por el humo de un cigarrillo.
A veces confluyen. Porque, aunque somos humanos, la poesía nos acerca al alma, a ese lugar profundo en el que residen los dioses.
Entren a tomar algo en Poemia. Disfruten de estas lecturas sobre amor, contemplación, miedo y belleza de carne y de piedra.
Con suerte, quizá sea la mismísima Erato quien les sirva la última copa, mientras leen:
Duermes, de Antonio Cruz
Pájaros en el desierto, de Aldo Novelli
Camafeo, de Claudia Isabel Lonfat
y como siempre un clásico, en este caso de la primera generación de la posguerra española:
A una estatua de mujer desnuda, de Dionisio Ridruejo