Pocos artistas muestran las contradicciones de su tiempo de la misma manera que Degas; participó en las exposiciones impresionistas y criticó los principios básicos de este movimiento; se inspiró en los maestros del pasado y sus escenas rebosan modernidad; defendía la línea sobre el color y se destapará como uno de los mejores coloristas del momento en algunas obras. Odiaba los honores oficiales y quería triunfar en el Salón. Estas curiosas paradojas las encontramos en la trayectoria artística de uno de los grandes genios del siglo XIX. Hilaire Germaine Edgar Degas nace en París el 19 de julio de 1834.
Su familia paterna era de origen franco-italiano y se dedicaba a la Banca, mientras que la de su madre estaba vinculada con el negocio del algodón en Nueva Orleans. Edgar será el primogénito de una familia que se verá aumentada con tres nuevos retoños, dos niñas y un niño. La relación con su madre debió ser muy estrecha, afectándole enormemente su pérdida en 1847, cuando el joven tenía trece años. Dos años antes había sido matriculado en el Lycée Louis-le-Grand, en régimen de internado hasta su graduación, siete años después. Su padre, Auguste, deseaba que Edgar cursara estudios de Derecho, a pesar de haber demostrado su talento como dibujante en sus años en el Lycée.
Durante un corto periodo de tiempo accedió a los deseos paternos, matriculándose en Derecho, pero pronto se cansó, abandonó el hogar familiar y se instaló en un estudio. Vistos los deseos del joven, su padre decidió financiar el aprendizaje artístico de Edgar, reconociendo su error inicial. Bien es cierto que Auguste Degas era un espíritu refinado, gran amante de la buena música y de las pinturas del Quattrocento, lo que hizo más comprensible la atracción por la pintura de su hijo. En 1853 se matricula en el taller de Louis Lamothe, pintor de temas históricos y discípulo de Ingres. Durante dos años copió bajo la atenta mirada de su maestro un buen número de obras en el Louvre, preparándose para el concurso de la Escuela de Bellas Artes, donde obtener la pensión que le llevaría a Italia, como soñaban todos los jóvenes pintores en aquellos momentos. Gracias a Degas, Edgar Valpinçon - propietario del Baño turco de Ingres - accedió a presentarlo a la Exposición Universal celebrada en París en 1855. Ese mismo año Edgar ingresaba en la Escuela de Bellas Artes, abandonándola meses después para realizar un viaje por su cuenta a Italia. Allí permanecerá por un periodo de tres años, dedicándose a copiar las pinturas de los grandes maestros del Renacimiento y las esculturas clásicas que poco a poco afloraban a la superficie gracias a las excavaciones arqueológicas.
Los frescos de Rafael y Miguel Ángel en la Capilla Sixtina serán las principales atracciones para el joven pintor. En Roma se rodeará de los artistas franceses que estudiaban becados por el Estado. Su relación será muy intensa con Gustave Moreau, pintor que también tenía sus propios recursos para vivir en la Ciudad Eterna. Junto a Moreau sentirá enorme atracción por Giotto, Mantegna o Botticelli, así como por los maestros venecianos - Tiziano, Veronés y Tintoretto - . El predominio del color en la Escuela veneciana le llevará a interesarse por Delacroix, el maestro del Romanticismo francés. También en Italia se inclinará por el arte del grabado, encontrando un inestimable punto de referencia en Rembrandt y los pintores holandeses del Barroco. En Florencia inició una de sus primeras obras importantes, la Familia Bellelli, para la que tomó como modelos a su tía Laura y a sus primas.
En los meses finales de 1859 Degas regresa a París. Su padre considera que se debe ganar la vida realizando retratos, temática en la que ha demostrado sobradas dotes. Sin embargo, Degas desea obtener el mayor triunfo posible en el panorama artístico parisino y eso pasaba por el Salón de París, iniciando una serie de obras con temática histórica que tenían gran éxito en dicho certamen. En ellas se aprecia una marcada influencia de Delacroix e Ingres junto a Mantegna y Piero della Francesca, intentando innovar ese gastado género. Buena muestra de estas obras es la titulada Jóvenes espartanos. En 1862 realiza su primera escena en la que se refleja la vida moderna. Se trata de Antes de la salida, en la que inicia su temática de hipódromos y carreras de caballos. Ese año se relacionó por primera vez con Manet, a quien encontró en el Louvre. Degas estaba copiando un cuadro de Velázquez para realizar un aguafuerte. Manet pondrá al joven artista en contacto con el Realismo, aunque Edgar se resistiera en un principio a asumir la filosofía del movimiento. También será Manet quien le presente a James M. Whistler, artista interesado especialmente por el color como estimulante del espectador. Quizá este contacto permitiera a Degas conocer en profundidad los grabados japoneses, tan de moda por aquellas fechas entre los artistas modernos. Otra de las interesantes influencias para estos pintores será la fotografía, que se empezaba a desarrollar con éxito en aquellos años
Degas incorporará estas dos novedades en sus obras al interesarse desde el primer momento por cuestiones de perspectiva. Los retratos serán la temática favorita del pintor durante la década de los sesenta - Edmondo y Thérèse Morbilli o James Tissot son buenos ejemplos -. En 1868 se integra en la tertulia del Café Guerbois, liderada por Manet, iniciándose una estrecha amistad entre los dos pintores. Allí también se relacionaría con Claude Monet, Alfred Sisley y Paul Cézanne, aunque no sintiera ninguna atracción por su pintura al aire libre. Su rendición incondicional al Realismo se produjo tras leer una novela de los hermanos Goncourt titulada Manette Salomon.
Bien es cierto que los temas elegidos por él serán muy selectivos, prefiriendo las escenas de ballet, los cafés, las bañistas o las planchadoras. Igual que los demás pintores de su generación, Degas sufrió las consecuencias de la Guerra Franco-Prusiana de 1870. Formó parte de la Guardia Nacional y participó en la defensa de París ante las tropas prusianas. Después se retiró al campo, alejándose de los sucesos de la Comuna, condenando la brutal represión del movimiento aunque no simpatizara con él. Es en estos momentos cuando se inicia el deterioro de su visión. Al año siguiente marchó a Londres y vendió varios cuadros al marchante Durand-Ruel. Al regresar a París pintará la Clase de danza, mostrándose en plena madurez. Entre 1872 y 1873 Degas viajará a Nueva Orleans, junto a su hermano René, para conocer a los miembros de su familia materna. En tierras norteamericanas realizó algunos retratos y una obra magnífica, Mercado de algodón. La idea de crear una exposición independiente al Salón oficial empieza a cuajar entre los artistas en 1873. El propio Degas ya había planteado a sus amigos la organización de un Salón del Realismo. La primera exposición del grupo, llamado despectivamente Impresionista por el crítico Louis Leroy, se celebró en 1874. Participaron Monet, Renoir, Morisot, Cézanne y Sisley, entre otros. Degas también puso su granito de arena, igual que en las restantes siete exposiciones del grupo impresionista. Sólo dejó de participar en una de ellas. El fallecimiento de su padre en 1874 reveló la mala situación económica por la que atravesaba la familia, existiendo un buen número de deudas. Esto provocó que Degas tuviera que vender sus cuadros para poder vivir, algo que hasta entonces no había hecho. Esta crisis financiera se prolongaría hasta 1880.
Sus máximas obsesiones en la década de los setenta serían las escenas de ballet y los grabados. Pocos artistas han dado una visión tan completa de las entrañas de la danza como hará Degas. Pasaba largas jornadas contemplando los extenuantes ensayos de las jóvenes - Ensayo del ballet en el escenario - sintiéndose especialmente atraído por ese mundo. Quizá también exista un motivo económico al ser vendidos estos temas más fácilmente por su marchante. Respecto a los grabados, su obsesión fue tal que un amigo dijo que era "una plancha de cobre ennegrecida con tinta de imprimir". Los temas elegidos para los grabados son similares a los de sus óleos y pasteles. Esperando a los clientes muestra su atracción por la temática de la prostitución, anticipándose a su gran continuador, Henri de Toulouse-Lautrec. La fama de Degas empezó a crecer en la década de los setenta, vendiendo un buen número de cuadros con cierta facilidad. Sin embargo, las tensiones entre los miembros del grupo impresionista y Degas eran cada vez mayores. Gracias a Camille Pissarro las críticas fueron suavizadas y la unión de los integrantes del movimiento parecía asegurada. Pero Degas se fue convirtiendo en un personaje solitario, dejando de exponer con otros artistas e incluso no exhibiendo sus obras al público. A partir de ese momento surge el aspecto legendario en su vida, mostrándole como un hombre amargado, de mal carácter, misógino y arrogante. La depresión le pudo acompañar en algunos momentos, mientras que las enfermedades serán continuas durante mucho tiempo, siendo considerado por algunos contemporáneos como un hipocondríaco, especialmente por su problema visual. Una de las técnicas favoritas del artista será el pastel, perfeccionándolo durante años mediante la superposición de diferentes capas. El colorido sería cada vez más sugerente, resultando obras de especial delicadeza como el Barreño o En la sombrerería. Algunos de los colores conseguidos por Degas inspirarían a Paul Gauguin y Henri Matisse. Otra faceta destacada de su arte es la escultura, realizando numerosas estatuas de caballos, bailarinas o bañistas desnudas, llegando a ser considerado por Renoir como el mejor escultor moderno, por delante incluso de Rodin. El carácter del artista se hace cada vez más agrio con el paso del tiempo, mostrando de manera abierta sus prejuicios sociales, criticando la democracia y la educación de las clases trabajadoras.
Los cambios vividos al iniciarse el siglo XX le convierten en un hombre ultraconservador y tradicionalista. Desde 1900 el artista redujo mucho su producción, renunciando a trabajar a partir de 1912. Emplearía modelos reales, aunque también se valía del amplio repertorio de posturas que había realizado anteriormente, llegando a calcarlas e invertirlas para crear nuevas imágenes. En estos últimos años destaca su faceta de coleccionista, adquiere una importante cantidad de cuadros a los marchantes Vollard y Durand-Ruel, llegando a cambiarlos por sus propias obras. En su colección estaban representados los más diversos maestros: desde Ingres hasta Cézanne, pasando por Delacroix, Gauguin e incluso Van Gogh. De su alumna Mary Cassatt poseía un amplio repertorio, igual que de Berthe Morisot. En 1912 Degas ve cómo su casa es demolida y su ama de llaves le abandona. Este anciano obstinado gusta de pasear y recordar los viejos tiempos. Mary Cassatt le buscó una persona que le cuidara, eligiéndose a su sobrina Jeanne Fèvre. Sus últimos meses los pasó postrado en la cama, falleciendo el 27 de septiembre de 1917 en París.
Su familia paterna era de origen franco-italiano y se dedicaba a la Banca, mientras que la de su madre estaba vinculada con el negocio del algodón en Nueva Orleans. Edgar será el primogénito de una familia que se verá aumentada con tres nuevos retoños, dos niñas y un niño. La relación con su madre debió ser muy estrecha, afectándole enormemente su pérdida en 1847, cuando el joven tenía trece años. Dos años antes había sido matriculado en el Lycée Louis-le-Grand, en régimen de internado hasta su graduación, siete años después. Su padre, Auguste, deseaba que Edgar cursara estudios de Derecho, a pesar de haber demostrado su talento como dibujante en sus años en el Lycée.
Durante un corto periodo de tiempo accedió a los deseos paternos, matriculándose en Derecho, pero pronto se cansó, abandonó el hogar familiar y se instaló en un estudio. Vistos los deseos del joven, su padre decidió financiar el aprendizaje artístico de Edgar, reconociendo su error inicial. Bien es cierto que Auguste Degas era un espíritu refinado, gran amante de la buena música y de las pinturas del Quattrocento, lo que hizo más comprensible la atracción por la pintura de su hijo. En 1853 se matricula en el taller de Louis Lamothe, pintor de temas históricos y discípulo de Ingres. Durante dos años copió bajo la atenta mirada de su maestro un buen número de obras en el Louvre, preparándose para el concurso de la Escuela de Bellas Artes, donde obtener la pensión que le llevaría a Italia, como soñaban todos los jóvenes pintores en aquellos momentos. Gracias a Degas, Edgar Valpinçon - propietario del Baño turco de Ingres - accedió a presentarlo a la Exposición Universal celebrada en París en 1855. Ese mismo año Edgar ingresaba en la Escuela de Bellas Artes, abandonándola meses después para realizar un viaje por su cuenta a Italia. Allí permanecerá por un periodo de tres años, dedicándose a copiar las pinturas de los grandes maestros del Renacimiento y las esculturas clásicas que poco a poco afloraban a la superficie gracias a las excavaciones arqueológicas.
Los frescos de Rafael y Miguel Ángel en la Capilla Sixtina serán las principales atracciones para el joven pintor. En Roma se rodeará de los artistas franceses que estudiaban becados por el Estado. Su relación será muy intensa con Gustave Moreau, pintor que también tenía sus propios recursos para vivir en la Ciudad Eterna. Junto a Moreau sentirá enorme atracción por Giotto, Mantegna o Botticelli, así como por los maestros venecianos - Tiziano, Veronés y Tintoretto - . El predominio del color en la Escuela veneciana le llevará a interesarse por Delacroix, el maestro del Romanticismo francés. También en Italia se inclinará por el arte del grabado, encontrando un inestimable punto de referencia en Rembrandt y los pintores holandeses del Barroco. En Florencia inició una de sus primeras obras importantes, la Familia Bellelli, para la que tomó como modelos a su tía Laura y a sus primas.
En los meses finales de 1859 Degas regresa a París. Su padre considera que se debe ganar la vida realizando retratos, temática en la que ha demostrado sobradas dotes. Sin embargo, Degas desea obtener el mayor triunfo posible en el panorama artístico parisino y eso pasaba por el Salón de París, iniciando una serie de obras con temática histórica que tenían gran éxito en dicho certamen. En ellas se aprecia una marcada influencia de Delacroix e Ingres junto a Mantegna y Piero della Francesca, intentando innovar ese gastado género. Buena muestra de estas obras es la titulada Jóvenes espartanos. En 1862 realiza su primera escena en la que se refleja la vida moderna. Se trata de Antes de la salida, en la que inicia su temática de hipódromos y carreras de caballos. Ese año se relacionó por primera vez con Manet, a quien encontró en el Louvre. Degas estaba copiando un cuadro de Velázquez para realizar un aguafuerte. Manet pondrá al joven artista en contacto con el Realismo, aunque Edgar se resistiera en un principio a asumir la filosofía del movimiento. También será Manet quien le presente a James M. Whistler, artista interesado especialmente por el color como estimulante del espectador. Quizá este contacto permitiera a Degas conocer en profundidad los grabados japoneses, tan de moda por aquellas fechas entre los artistas modernos. Otra de las interesantes influencias para estos pintores será la fotografía, que se empezaba a desarrollar con éxito en aquellos años
Degas incorporará estas dos novedades en sus obras al interesarse desde el primer momento por cuestiones de perspectiva. Los retratos serán la temática favorita del pintor durante la década de los sesenta - Edmondo y Thérèse Morbilli o James Tissot son buenos ejemplos -. En 1868 se integra en la tertulia del Café Guerbois, liderada por Manet, iniciándose una estrecha amistad entre los dos pintores. Allí también se relacionaría con Claude Monet, Alfred Sisley y Paul Cézanne, aunque no sintiera ninguna atracción por su pintura al aire libre. Su rendición incondicional al Realismo se produjo tras leer una novela de los hermanos Goncourt titulada Manette Salomon.
Bien es cierto que los temas elegidos por él serán muy selectivos, prefiriendo las escenas de ballet, los cafés, las bañistas o las planchadoras. Igual que los demás pintores de su generación, Degas sufrió las consecuencias de la Guerra Franco-Prusiana de 1870. Formó parte de la Guardia Nacional y participó en la defensa de París ante las tropas prusianas. Después se retiró al campo, alejándose de los sucesos de la Comuna, condenando la brutal represión del movimiento aunque no simpatizara con él. Es en estos momentos cuando se inicia el deterioro de su visión. Al año siguiente marchó a Londres y vendió varios cuadros al marchante Durand-Ruel. Al regresar a París pintará la Clase de danza, mostrándose en plena madurez. Entre 1872 y 1873 Degas viajará a Nueva Orleans, junto a su hermano René, para conocer a los miembros de su familia materna. En tierras norteamericanas realizó algunos retratos y una obra magnífica, Mercado de algodón. La idea de crear una exposición independiente al Salón oficial empieza a cuajar entre los artistas en 1873. El propio Degas ya había planteado a sus amigos la organización de un Salón del Realismo. La primera exposición del grupo, llamado despectivamente Impresionista por el crítico Louis Leroy, se celebró en 1874. Participaron Monet, Renoir, Morisot, Cézanne y Sisley, entre otros. Degas también puso su granito de arena, igual que en las restantes siete exposiciones del grupo impresionista. Sólo dejó de participar en una de ellas. El fallecimiento de su padre en 1874 reveló la mala situación económica por la que atravesaba la familia, existiendo un buen número de deudas. Esto provocó que Degas tuviera que vender sus cuadros para poder vivir, algo que hasta entonces no había hecho. Esta crisis financiera se prolongaría hasta 1880.
Sus máximas obsesiones en la década de los setenta serían las escenas de ballet y los grabados. Pocos artistas han dado una visión tan completa de las entrañas de la danza como hará Degas. Pasaba largas jornadas contemplando los extenuantes ensayos de las jóvenes - Ensayo del ballet en el escenario - sintiéndose especialmente atraído por ese mundo. Quizá también exista un motivo económico al ser vendidos estos temas más fácilmente por su marchante. Respecto a los grabados, su obsesión fue tal que un amigo dijo que era "una plancha de cobre ennegrecida con tinta de imprimir". Los temas elegidos para los grabados son similares a los de sus óleos y pasteles. Esperando a los clientes muestra su atracción por la temática de la prostitución, anticipándose a su gran continuador, Henri de Toulouse-Lautrec. La fama de Degas empezó a crecer en la década de los setenta, vendiendo un buen número de cuadros con cierta facilidad. Sin embargo, las tensiones entre los miembros del grupo impresionista y Degas eran cada vez mayores. Gracias a Camille Pissarro las críticas fueron suavizadas y la unión de los integrantes del movimiento parecía asegurada. Pero Degas se fue convirtiendo en un personaje solitario, dejando de exponer con otros artistas e incluso no exhibiendo sus obras al público. A partir de ese momento surge el aspecto legendario en su vida, mostrándole como un hombre amargado, de mal carácter, misógino y arrogante. La depresión le pudo acompañar en algunos momentos, mientras que las enfermedades serán continuas durante mucho tiempo, siendo considerado por algunos contemporáneos como un hipocondríaco, especialmente por su problema visual. Una de las técnicas favoritas del artista será el pastel, perfeccionándolo durante años mediante la superposición de diferentes capas. El colorido sería cada vez más sugerente, resultando obras de especial delicadeza como el Barreño o En la sombrerería. Algunos de los colores conseguidos por Degas inspirarían a Paul Gauguin y Henri Matisse. Otra faceta destacada de su arte es la escultura, realizando numerosas estatuas de caballos, bailarinas o bañistas desnudas, llegando a ser considerado por Renoir como el mejor escultor moderno, por delante incluso de Rodin. El carácter del artista se hace cada vez más agrio con el paso del tiempo, mostrando de manera abierta sus prejuicios sociales, criticando la democracia y la educación de las clases trabajadoras.
Los cambios vividos al iniciarse el siglo XX le convierten en un hombre ultraconservador y tradicionalista. Desde 1900 el artista redujo mucho su producción, renunciando a trabajar a partir de 1912. Emplearía modelos reales, aunque también se valía del amplio repertorio de posturas que había realizado anteriormente, llegando a calcarlas e invertirlas para crear nuevas imágenes. En estos últimos años destaca su faceta de coleccionista, adquiere una importante cantidad de cuadros a los marchantes Vollard y Durand-Ruel, llegando a cambiarlos por sus propias obras. En su colección estaban representados los más diversos maestros: desde Ingres hasta Cézanne, pasando por Delacroix, Gauguin e incluso Van Gogh. De su alumna Mary Cassatt poseía un amplio repertorio, igual que de Berthe Morisot. En 1912 Degas ve cómo su casa es demolida y su ama de llaves le abandona. Este anciano obstinado gusta de pasear y recordar los viejos tiempos. Mary Cassatt le buscó una persona que le cuidara, eligiéndose a su sobrina Jeanne Fèvre. Sus últimos meses los pasó postrado en la cama, falleciendo el 27 de septiembre de 1917 en París.
1 opinión:
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- Lucas
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