Aquel diamante tenía muchas facetas.
La principal era su poder de seducción. Pero también la de nublar la mente de quien lo poseía y volver egoístas a las personas.
La que nadie conocía era que, siendo un diamante falso, sus facetas lo hacían parecer auténtico.
martes, 4 de agosto de 2009
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5 opiniones:
Los diamantes, felizmente, no me parecen seductores. Por lo tanto, ni me nublan ni me vuelven egoísta... pero son todos míos!!! jajaja
Prefiero pensar que hay gente en mi vida que son como diamantes. Igual de valiosos, y hasta más.
Me gustó muchísimo. Saludos :)
¡Brillante comentario...!
Y mis amigos diamantes no son falsos, ni zircones ni nada parecido. Brillan más que mil diamantes :)
Estupendo microcuento, defines muy bien al diamante tanto en sentido literal como aplicado a las personas. Realmente ¡brillante!
Todos somos impostores.
;-)
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