Le pidió, le suplicó que no fuera. Siempre se lo rogaba cuando ella lo proponía y alguna vez lo había conseguido evitar, pero esta vez estaba claro que no iba a lograr ningún resultado. Su mujer ya tenía la decisión tomada. Vistió a los niños y se marchó.
Él quedó pensativo, tratando de comprender cómo habían llegado a esa situación, tras tantos años de convivencia. Había hecho todo lo posible por amarla y darle todo lo que ella necesitaba para que no llegara este momento. Pero fracasó.
Cinco horas después, tal como imaginaba, ella regresaba cargada con las bolsas de la compra. Una vez más, le había roto el corazón.
lunes, 8 de diciembre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 opiniones:
Ey, Javi, excelente relato.
Es como si simbolizase cómo de pronto un pequeño detalle cobra una importancia casi dramática.
Genial, me encantó.
Qué bueno, me gustaría recibir más comentarios sobre mis relatos, aunque fueran para decirme que son horribles, al menos es una pista...
Muchas gracias Rafa, un abrazo.
Publicar un comentario